jueves, junio 26, 2008

Repartiendo besos


En la pseudo cocina, me encontré con un lote de secretarias que se saludaban de besos. Extrañamente una me saltó y ante mi cara de por-qué-no-soy-merecedora-de-un-beso-mañanero se anticipó diciendo (medio en broma-medio en serio) que yo nunca la saludaba de beso. Frunciendo el ceño, recordé como todas las mañanas paso frente a su escritorio, con mi tazón de café en la mano, diciendo un alegre y cordial buenos días. Para saludarla de beso, tendría que disminuir mi ritmo de caminata, acercarme al escritorio e inclinarme, con el riesgo que, dado el sueño mañanero, parte del café cayera sobre esos importantes memos… y bueno, me resultó evidente por qué ni se me ocurría saludarla de beso.
En medio de mi reflexión, apareció una compañerita de trabajo, quien también se hizo partícipe de esta extraña rutina mañaera, comenzando conmigo. Como me descolocó y me fui medio para atrás, tuve que justificarme explicando que el smog no sólo estaba afectando a los niños y los adultos mayores, sino que también a mi…no sólo logré justificar mi "extraña" actitud, sino que también quedé como reina.
Al parecer el haberme levantado más tarde hoy no sólo influyó en el atochamiento en el metro, también llegué más tarde a buscar mi café y ergo me encuentro con la rutina del besuqueo frente a mis narices.
Puede sonar medio amargado de mi parte, pero encuentro nada más latero que andar repartiendo besos por el mundo. Lo comprendo y me gusta con gente que no veo todos los días. Hasta abrazo le agregaría en algunos casos. También lo entiendo y lo hago al despedirme de personas que no veré tan prontamente... Pero eso de llegar a la oficina y saludar de beso, mmm no sé. Es como irse de vacaciones con amigos y saludarlos todas las mañanas de besos... raro, o no?

Sólo he convivido con una francesita, quien al más estilo europeo no acostumbraba a repartir mucho besos así como así..., por lo que desconzoco el ritual de los buenos días… no recuerdo haber saludado a mi familia de besos en las mañanas, quizás al estilo regaloneo, pero obvio que es distinto. Tampoco recuerdo haber saludado a mis compañeros de colegio con besos en las mañanas. Menos en la universidad, pues ahí si que habría sido un largísimo ritual.

En mi oficina, guardaría los besos para los buenos días de los lunes y para el adios de los jueves (no trabajo los viernes jejejeje). Pero andar repartiendo besos a personas que vi (o que veré) hace (en) 15 horas (más)... no me convence.
Por lo demás, no les deseo un mejor día agregándole un beso a mi siempre cordial bueno días, o no?

miércoles, junio 11, 2008

Todas las mañanas



Todas las mañanas es lo mismo, aunque algunas veces es peor. Suena la poco agradable música del celular (sólo hay 3 terribles melodías disponibles como despertador), mi única neurona despierta recuerda apagarlo de tal forma que vuelva a sonar en 5 minutos más. Sólo 5 minutos de un sueño instantáneamente profundo. Vuelve a sonar, ahora son dos las neuronas despiertas que aprietan el botón nuevamente e imaginan excusas para poder seguir durmiendo… entre la lucha de ojos abiertos-ojos cerrados-ojos abiertos prendo la tele. Escucho al tipo del tiempo hablando cosas poco interesantes, vuelvo a soñar hasta que la melodía hace lo suyo. Ahora ya está Iván Valenzuela al habla, leyendo los titulares del diario que quedan en mi subconsciente.
En mi lucha, recuerdo las pocas horas que dormí y, como todos los días me comprometo, a esta vez llegar directo a casa después de clases, en comer algo y acostarme de inmediato. Pienso en devolver la tv a su lugar y no quedarme pegada viendo nada u otro capítulo de doctor house… me vuelvo a cuestionar por qué lo veo a esas horas, perfectamente podría verlo el fin de semana, incluso los viernes… en fin, vuelve a sonar el celular… y yo pegada viendo a Valenzuela mover lo labios. Si bien, en este canal y en todos los demás, hay un ícono del tiempo que muestra sol, nubes y/o lluvia junto con las temperaturas extremas…, no me levantaré hasta que el tipo del tiempo diga cómo será el día… una pésima excusa, pues el atuendo escogido no cambia más que en el abrigo que me acompañará, pero siempre funciona.
Pasan lo minutos y cada vez queda menos tiempo para salir de la casa… y comienza la carrera torpe de las mañanas donde tropiezo con casi todo, pero finalmente lo logro…
Una vez fuera mi casa, todo cambia, me despierto con el frío mañanero y camino feliz por las calles aún vacías, recordando que me encanta estar ahí, cuando la mitad de santiago aún duerme. Olvido el trauma de levantarme, casi como las madres se olvidan del trauma de parir… me enchufo los audífonos y sólo me queda disfrutar del frío amanecer y ese submundo callejero que pocos conocemos.
Obviamente regreso nuevamente tarde a mi hogar y sólo recuerdo esta tortura cuando al apagar la luz calculo las pocas horas que me quedan para dormir…