viernes, septiembre 25, 2009

Al otro lado del rio


Cada vez se hacía más real la idea de que pronto partiría. Dejé la portada y a los maestros de la torre titanium y me trasladé con un par de pilchas al otro lado del río. Me fui a compartir piso con 3 chiquillas que aún no conocía, a un departamento precioso, lleno de plantas, colores y vida. No me costó nada acostumbrarme a convivir con gente, a subir escaleras, a volver a una cama pequeña. Lo que si me costó, fue acostumbrarme al frío de un baño sin calefacción y una pieza que más bien parecía refrigerador. Pero sumando y restando, muy encima, me encantó vivir al otro lado del río. Es como si el río fuese la frontera de Santiago y cada mañana cuando cruzaba el río entraba a la gran ciudad y cuando volvía a cruzarlo, dejaba atrás el ruido y el estrés de la ciudad y llegaba a un hogar sin sonido de televisión ni teléfono, sino más bien conversaciones y risas al rededor de la cocina. De haber imaginado lo mucho que me iba a gustar, habriá optado por una opción así muchísimo antes y de yapa me habría ahorrado hartas lucrecias...
Sólo alcancé a estar 2 meses ahí, pues me llegó la ansiada carta de Chicago avisando que no sólo había sido aceptada, sino que tendría que partir 1 mes y medio antes de la esperado... Uf.

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